Hace un par de semanas decidimos hacer algo distinto y pillamos billetes de barco para irnos a Ibiza.
La verdad es que vale mucho la pena. Fuimos 3 familias de pequeños excursionistas y decidimos no llevar coche aunque al final quizás hubiese sido más práctico.
Los billetes salieron por 10€ por persona (precio residente) y nos fuimos en el barco de las 8:00h.
El trayecto dura 2h y es de por sí, una aventura para los más peques. Las vistas son estupendas y aunque en este barco no se puede salir fuera (en algunos trayectos sí hay sitio para estar fuera), es muy divertido. El barco está completamente equipado con butacas muy cómodas y varias teles si se quiere ver una película, hay una cafetería donde pedir algo de comer y beber y mucho espacio para correr y jugar. Las 2h pasan volando.
Nada más bajar del barco hay un autobús esperando en la puerta que lleva a los usuarios hasta el otro puerto delante de Dalt Vila y cerca de la ciudad. Nosotros nos hemos despistado y lo hemos perdido, aunque no hay mal que para bien no venga. Nos hemos encontrado un parque infantil a pocos metros donde los peques se lo han pasado pipa. Es de arena muy fina y está muy muy bien.
El plan inicial era ir hasta el famoso mercadillo de Las Dalias. Teníamos claro cómo llegar en autobús pero, de nuevo, los planes no han salido como queríamos. El trasbordo lo teníamos que hacer en Santa Eulalia pero al llegar, hemos visto que las conexiones para volver no eran buenas así que nos hemos quedado por allí. Y de nuevo, el destino ha decidido por nosotros y no se ha equivocado.
Hacía un día espectacular. Hemos dado una vuelta por el paseo marítimo mientras los niños jugaban y corrían. La verdad es que mismo sin planearlo, Santa Eulalia nos ha enamorado. Había bastante gente paseando y todos los bares y restaurantes estaban abiertos, dando vida a la localidad, aún siendo finales de invierno.
Ya llegaba la hora de comer y decidimos quedarnos por allí mismo. Y otro acierto fruto de la casualidad. Nos encontramos un restaurante mejicano que no podía estar mejor. Todo muy rico y a un precio bastante correcto. El menú infantil ha sido del agrado de todos los niños y algunos de los papás hasta disfrutaron de unos mojitos de fruta.
Y como no se puede perder la costumbre, Ari degustó un delicioso helado al final de la comida.
Después de comer, bajamos a la playa y ya se nota que queremos veranito. Los chicos se han quitado los zapatos (y alguno la ropa) y han jugado en la arena por un buen rato. Un lujo de día. Hicieron castillos, jugaron con palos y se mojaron los pies.
Después de jugar, recogemos y fuimos a coger el autobús de vuelta a Ibiza para visitar Dalt Vila antes de coger el barco de vuelta.
La visita a Dalt Vila es obligatoria. Ya desde fuera impone la belleza del casco antiguo y los niños se quedan maravillados imaginando la historia del lugar y sus imponentes murallas.
Empezamos el ascenso (está situada sobre un pequeño monte, el Puig de Villa) donde las calles estrechas que llevan hasta la catedral de Ibiza son un atractivo cultural y arquitectónico.
Finalmente no llegamos a la catedral pero sí hasta un mirador que hay justo debajo, donde pudimos contemplar las vistas a un mediterráneo que lucía su más profundo azul turquesa y donde pudimos contar historias de batallas, príncipes y princesas a los peques.
Al oír que habían cañones cerca, ya no valía nada más. Fuimos en búsqueda del Baluard de Santa Lucía, el mejor mirador para contemplar las vistas de la ciudad amurallada con la catedral coronando el monte.
Llegados aquí, ya estábamos todos cansados y ya se le notaba mucho en la carita a Ari. Y Empezamos el camino de vuelta al barco llenos de historias que contar. Un día completo lleno de aventuras. El barco de vuelta salía a las 20:00h y al cabo de 1h de trayecto, la pequeña Ari Pitufina se quedó dormida, exhausta por las aventuras vividas.
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